Tortura y tratos crueles a menores…

en la guerra y en la paz:

Evocaciones sobre la niñez

 

24 de octubre de 2001

 

Anaida Pascual Morán, Ph.D.[1]

Anita Yudkin Suliveres, PhD.[2]

 

 

 

 

 

 

Foro                                                                 Presentación

Tortura, Nunca Más                                        Campana Tortura, Nunca Más

Ateneo de Puerto Rico                                     Feria del Libro

San Juan, Puerto Rico                                     San Juan, Puerto Rico

24 de octubre de 2001                                                16 de noviembre de 2001

 

 

 

Auspiciados por:

Amnistía Internacional, Sección de Puerto Rico

Movimiento Ecuménico Nacional de Puerto Rico

Cátedra UNESCO de Educación para la Paz,

Universidad de Puerto Rico

Proyecto Educando para la Libertad, Amnistía Internacional

 

 


Evocaciones de imágenes en dos tiempos…

Tortura y tratos crueles a menores… en la guerra y en la paz

 

Anaida Pascual Morán, Ph.D.

 

Tiempos de guerra… Tiempos de paz… ¿Hay acaso diferencias significativas para la ni­ñez impunemente vejada, desechada, abusada, cruelmente mal-tratada, es decir, torturada? Como antesala a la búsqueda de posibles respuestas a esta interrogante, reflexionemos sobre algunas imágenes que evoco de forma libre hoy. Son imágenes reales que han permanecido en mi mente y en mi espíritu en tiempos recientes - y de las cuales no he podido escapar. Se trata de imáge­nes en contraste que contienen resonancias de la publicación que hoy presenta­mos. Publicación que forma parte de la serie publicada por Amnistía Internacional, como parte de su campaña mundial contra la tortura lanzada en el 2000 y cuyo título recoge con dramatismo su denuncia central… Un Escándalo Oculto, Una Vergüenza Secreta: Tortura y Malos Tratos a Menores.

Imágenes en tiempos de guerra.

Al pensar en la guerra, evoco un cúmulo de imágenes. Como aquella imagen reciente de CNN en Español, en la cual un frágil y sereno niñito afgano, presagiando la inminente lluvia de bombardeos del cielo, como una “hormiguita” acosada, literalmente se mete en un agujero bajo tierra. Resurge entonces la imagen del gran comandante en jefe de estos bombar­deos huyendo aterrorizado a su agujero presidencial, a su “bunker” privado… aquel fatídico 11 de septiembre.

Resuenan a la vez en mi indignado espíritu, otras imágenes paralelas. Imágenes yuxtapues­tas de CNN, ABC, NBC y CBS, haciendo alarde del éxito progresivo de los bombardeos de la “Nueva Guerra de América”, particularmente de su estreno tecnológico en tierra afgana. O sea, de ese nuevo proyectil tan “inteligente”, que es capaz de penetrar 20 pies bajo tierra, destru­yendo toda arma y vestigio humano que encuentra a su paso. Proyectil que por un alegado “error de cálculo”, se convirtió en una “bomba extraviada” de 900 kilos, estallando sobre un ba­rrio en las afueras de Kabul durante el séptimo día de la guerra.

Y me pregunto… ¿Acaso estaría entre los “inevitables daños colaterales” aquel niñito af­gano que como una “hormiguita” acosada se metió en su agujero? Cientos de civiles muertos, afirman las fuerzas del Talibán. Solo cuatro “casualties”, aseguran las fuerzas del Pentágono. Surge así una imagen mediadora para aclararme la cantidad de muertos: un analista de origen italiano en CNN que nos advierte: “En todas las guerras, la primera víctima es la verdad.

Emerge aquí la figura del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, quien con una insensibili­dad pasmosa justifica la táctica de ataque de “prueba y error” que utilizan en Afganistán. Es de­cir, disparar estratégicamente contra lugares que se sospecha alojan tropas y luego observar quiénes huyen del impacto, para establecer si dicho lugar es realmente un objetivo militar que vale la pena seguir bombardeando. Pasa entonces Rumsfeld a comparar dicha táctica con “una patada a un hormiguero”, ya que “sirve para que salgan las hormigas”. Y de nuevo, emergió en mí la imagen de aquel niñito afgano en su agujero…

De repente, se me presenta la imagen de un precario hospital con afanados doctores dando atención a niñas y a niños provenientes de la villa de Koram - unos muy heridos, otros casi muertos, otros, tal vez mejor muertos. Veo a un padre angustiado arropando a su maltrecho in­fante, mientras dignamente llora a tres hijos muertos y a una esposa gravemente herida, o tal vez muerta ya, quién sabe en qué otro lugar. A su lado, un puñado de pequeños huérfanos de guerra con una tristeza de denuncia silente en sus ojos. Denuncia silente que ciertamente encierra un destino incierto para futuras generaciones. Puñado de huérfanos de guerra que un día será una multitud de desplazados y refugiados - o tal vez, Dios y Alá no lo permitan, niños-soldados o niñas “para” los soldados…

Imágenes en tiempos de “paz”.

Paralelamente, vienen a mi mente una serie de imágenes en tiempos de aparente “paz”… Como aquella dramática imagen recogida por el lente del talentoso y sensible fotoperiodista y amigo Luis Alcalá de los llamados “niños-hormiga” en la República Dominicana. ¿”Niños-hor­miga”? Sí, escuchamos bien, “niños-hormiga”. Niñas y niños que a duras penas sobreviven el trato esclavista bajo la tierra, en la explotación de minas de unas piedras bien cotizadas y codiciadas por los adultos, cuyo nombre ni siquiera puedo, o tal vez no quiero, recordar. Y una vez más sin querer, rememoré aquel niñito afgano.

De pronto surge la imagen de muerte a plazos cómodos de tantas niñas y niños en Vieques, torturados desde la cuna por el terrorismo de las bombas, del cáncer y del miedo. Y los rostros ocultos y voces silenciadas de miles de menores que - en tiempos de “paz” en Puerto Rico - son violentados y aterrorizados física, psicológica y espiritualmente; en los ámbitos de la familia, la escuela, la iglesia y las instituciones de confinamiento y corrección.

Veo, por ejemplo, la reciente imagen televisiva de un niño con mirada desconcertada. Mirada triste en el rostro de un niñito de unos once o doce años de una escuela en Puerto Rico, a quien tres adolescentes literalmente lanzaron al zafacón, con la anuencia cómplice de otros niños, y una que otra niña, que se mofaban gritándole “árabe sucio”. Como si aquel pequeño fuera algo dese­chable… algo satánico y despreciable.

Imagino entonces una multitud de rostros con un cierto parecido al de este niño en Puerto Rico y de aquel niñito-hormiga afgano. Son los rostros de cientos de miles de niñas y niños en Irak que mueren de hambre, desnutrición y enfermedades prevenibles - en tiempos de “paz”. Y re­cuerdo con justa ira, la respuesta que ofreció en 1996 Madeline Allbright a la prensa cuando se le preguntó cómo se sentía por el hecho de que se estimaba que unas 500,000 niñas y niños iraquís habían muerto como resultado de las sanciones económicas posguerra impuestas por los Estados Uni­dos. Afirmó la entonces secretaria de estado que había sido "a very hard choice", pero que sin embargo, “all things considered, we think the price is worth it”.

Y mientras pienso con profunda tristeza e indignación en el bebé que informan CNN, ABC, NBC y CBS se acaba de contaminar con ántrax en Nueva York, veo de repente ante mi, los cuerpos invisibilizados y mutilados de incontables niñas y niños afganos - entre su violentado cielo y suelo. Niñas y niños que, aún en tiempos de relativa paz, entre guerra y guerra han per­dido sus piernas, por el grave de­lito de pisar su propio suelo. Suelo que continuamente estalla, gracias a la siembra impune de unas 10 millones de minas terrestres. Sembradas inicialmente por los soviéticos durante la inva­sión en diciembre de 1979, y plantadas posteriormente contra ellos mismos, gracias al apoyo fi­nanciero de los Estados Unidos a los muyahadín. Niñas y niños sin piernas que en estos tiempos de la “Nueva Guerra de América” precisan correr sobre las tierras más minadas del mundo, para huir de los mísiles que ahora les llueven como gotas de venganza desde el cielo.

Veo entonces los rostros y escucho las voces y sueños de un grupo de niñas refugiadas afganas que a lo largo de la frontera con Paquistán clandestinamente estudian en carpas. Niñas, que por el solo hecho de ser niñas, se les niega - en tiempos guerra y en tiempos de “paz” - su derecho a la educación y su derecho a soñar.

Ante una nueva ‘legión-hormiga’.

Todas estas niñas y niños parecieran forman parte de una nueva legión de pequeñas y pe­queños, cada vez más grande, cada vez más mal-tratada, cada vez más desechable. Parecie­ran formar parte de una emergente y frágil “legión-hormiga”, torturada y no pocas veces es­clavi­zada y enterrada en vida, antes de la vida.

Pero, detengámonos ante estas imágenes y retornemos a mi pregunta inicial: Tiempos de guerra… Tiempos de paz… ¿Hay acaso diferencias significativas para la niñez impunemente vejada, desechada, abusada, cruelmente mal-tratada, es decir, torturada?

La publicación de Amnistía Internacional que hoy privilegiamos - Un Escándalo Oculto, Una Vergüenza Secreta: Tortura y Malos Tratos a Menores - responde a esta pregunta mediante hechos que constituyen a su vez denuncias de tratos crueles, inhumanos y degra­dantes. Denuncias que claramente con­travienen los derechos civiles, políticos, económicos, so­ciales y culturales, consignados en la Convención de los Derechos de la Niñez, aprobada por las Naciones Unidas en 1989 y casi universalmente ratificada al día de hoy. Denuncias que en úl­tima instancia, revelan la cultura de violencia directa y estructural endémica en que viven los me­nores, en un mundo que hemos creado los adultos.

Veamos ahora un puñado de estas denuncias, a la luz de la Convención de los Derechos de la Niñez. Y exploremos algunas implicaciones de las mismas. Implicaciones que po­drían llevarnos a alternativas esperanzadoras para prevenir la tortura y los tratos crueles, in­humanos y degra­dantes en la población más vulnerable del mundo - nuestras niñas y niños - in­dependientemente de que vivamos tiempos de guerra o tiempos de aparente “paz”.

 

 

 

 


Tortura y tratos crueles a menores

en la guerra y en la paz:

Implicaciones para los derechos de la niñez

 

Anita Yudkin Suliveres, PhD.

 

Ante las imágenes de los crueles y malos tratos a los que se somete a la niñez - en tiempos de guerra y en tiempos de paz -  reflexionemos sobre esta nueva publicación de Amnistía Internacional (2000) a la luz de la  Nueva Guerra de América y sus posibles implicaciones para los/as abogadores de la niñez en Puerto Rico.  En Un escándalo oculto, una vergüenza secreta: Tortura y malos tratos a menores, se recogen situaciones a nivel mundial que afectan severamente a la niñez; situaciones que la hace especialmente vulnerable a la violación de sus derechos humanos por medio de la tortura y tratos crueles a manos de funcionarios de estado y organismos paramilitares.  Se destaca en el informe como  los conflictos armados victimizan a la niñez, como esta es maltratada y torturada al ser arrestada y bajo custodia de la policía, así como en centros de reclusión o detención.

Retomemos la imagen del niño afgano que busca refugio y protección en tiempos de guerra.  La Convención de los Derechos de la Niñez (ONU, 1989) provee para la protección de los niños/as y jóvenes hasta los 18 años contra todo tipo de abuso, explotación y malos tratos, incluyendo y preferenciando aquellos que viven en zonas en guerra.  Sin embargo, señala la publicación que hoy discutimos, que la guerra arranca a los niños/as y  jóvenes de sus raíces, los mutila, los mata o los convierte en asesinos.  Como ha señalado, Graça Machel (1996), consultora experta a las Naciones Unidas sobre niñez y conflictos armados:

La guerra viola todos los derechos del niño; el derecho a la vida, el derecho a estar con su familia y con su comunidad, el derecho a la salud, el derecho al desarrollo de la personalidad y el derecho a ser formado y protegido.

 

 Nos indica el informe de Amnistía Internacional que, como resultado de los conflictos armados, hay en la actualidad millones de niños/as en todo el mundo que han sido obligados a huir de sus hogares en busca de refugio y se encuentran a la merced de quienes controlan el suelo que pisan.   A los que no pueden huir, a menudo se les tortura como arma de guerra para atemorizar y someter a la población civil.  También se les recluta forzozamente, tanto por fuerzas armadas gubernamentales como por grupos armados de oposición; resultando en más de 300,000 niños/as soldados que combaten en conflictos armados en más de 30 países alrededor del mundo.  No sólo mueren combatiendo, si no que corren mayores riesgos que los adultos de ser torturados por las fuerzas enemigas y sus propias fuerzas durante el entrenamiento. En el caso particular de Afganistán, Amnistía Internacional (2001) y Human Rights Watch (2000, 2001), entre otros, han expresado por años su oposición a la transferencia de armamento a todas las partes envueltas en el conflicto, incluyendo al Talibán y a la Alianza del Norte, por su efecto magnificador de la violencia y las atroces violaciones a los derechos humanos que allí se cometen; violaciones que afectan de manera especial a la niñez y a las niñas en particular, la generación perdida de Afganistán (Amnistía Internacional, 1999).

Pero no es en la guerra, con todos sus horrores,  donde la mayoría de la niñez es torturada y maltratada.  Pensemos en otra imagen, una imagen en tiempos de supuesta paz, donde un joven es arrestado y detenido bajo custodia policial.  La publicación de Amnistía Internacional señala que la forma más habitual de tortura es precisamente la que infligen agentes del estado a niños/as y jóvenes que son presuntos delincuentes y son detenidos bajo custodia policial.  Los niños y jóvenes son maltratados desde el momento del arresto, durante la custodia y al privarlos de su libertad.  La tortura y malos tratos se intensifican si los arrestados son pobres o pertenecen a minorías raciales o religiosas.  Un caso especialmente perturbador es el trato que reciben los llamados niños/as de la calle, que hoy día incluyen a 100 millones de niños/as que viven y  trabajan en la calle alrededor del planeta.  Otras hormiguitas que no encuentran un agujero que les de protección adecuada de la violencia estructural y social de su entorno.

Nos señala además el informe, que el sistema correccional de menores está en crisis en muchos países.  Cada vez se asignan menos recursos y hay mayor cantidad de niños/as y jóvenes recluidos en instituciones correccionales en condiciones crueles, inhumanas y degradantes que amenazan su integridad, salud, seguridad y su vida.  Las instituciones de menores constituyen un prototipo de violencia institucionalizada, donde frecuentemente los menores son encarcelados con adultos y están indefensos ante los funcionarios de estado a cargo de su custodia.   

¿Qúe tienen en común los niños/as y jóvenes víctimizados por la guerra,  y aquellos maltratados y torturados por la policía y los que se encuentran en centros de detención en supuestos tiempos de paz?  Señala esta publicación, que amenudo los niños/as son torturados por los mismos motivos que los adultos: se les acusa de infligir la ley, de “ser del otro bando”, o de pertenecer a este o aquel grupo que no es el de mayoría o el dominante.  Mayormente son pobres, marginados y discriminados.  Osea, la demonización del otro, los prejuicios y la discriminación que son pólvora para la guerra, son también agentes incendiarios para la tortura y trato cruel a la niñez en tiempos de guerra y de paz.  Además la pobreza y la marginación social, en otras palabras la injusticia y la exclusión, caracterizan la vida de muchos niños/as y jóvenes que son tratados de manera cruel y deshumanizante.  Injusticia y exclusión que a la vez posibilitan la impunidad casi total que  gozan quienes los torturan o maltratan; impunidad que permite que el ciclo de violencia continúe. 

Una aportación importante de este informe es que apunta a la necesidad de reconocer que hay una línea muy fina entre la violencia contra la niñez que es permitida por ley, como por ejemplo el castigo corporal, y la tortura y malos tratos que se les infligen en la guerra y bajo la custodia del estado.  De hecho, el informe reconoce que la mayoría de la niñez sufre la violación a sus derechos más fundamentales en su hogar y en su escuela, ámbitos privados poco estudiados por las organizaciones no gubernamentales que abogan por los derechos de la niñez a nivel mundial.  Recalca en la obligación de los gobiernos a tomar medidas que impidan y  erradiquen la violencia contra la niñez en todos los ámbitos donde ésta se desarrolla y participa.  

Al leer esta publicación de Amnistía Internacional y pensar en la situación actual de nuestra niñez marginada y maltratada, a la vez que se nos presentan a diario las imágenes de la Nueva Guerra, surgen una serie de implicaciones e interrogantes para los que nos consideramos abogadores de los derechos de la niñez.  Enumero  algunas y las lanzo como preguntas-retos para la discusión:

·      Es urgente posibilitar el pensar en la Nueva Guerra más allá de su glorificación como herramienta de libertad.  Es necesario estudiarla y entenderla como instrumento de poder y venganza y en cómo afecta a la niñez – no sólo a la niñez y juventud afgana que la vive directamente, sino a toda la niñez que la observa y convierte en parte de su cotidianidad.

·      Es igualmente importante preguntarnos ¿Cómo en este contexto continuamos moviéndonos de la aceptación universal de los derechos de la niñez, a la comprensión y respeto de los mismos?  ¿Cómo hacer realidad en tiempos de guerra y de paz el principio rector de la Convención de tomar el interés superior de la niñez como guía en todas las decisiones que los conciernan, en especial aquellos más vulnerados y marginados?

·      Finalmente, pensar en la importancia de la educación como herramienta en la construcción de una Cultura de Paz y como posibilidad para educar a la niñez sobre sus derechos y los de los demás para que los afirmen, los apropien y los defiendan en tiempos de guerra y en tiempos de paz.

 

 

Referencias

Amnistía Internacional, A. (1999, noviembre). Niños destrozados por la guerra: La generación perdida de Afganistán (Indice AI: ASA711713/99/s). Londres: Autor.

 

Amnistía Internacional. (2000). Un escándalo oculto, una vergüenza secreta: Tortura y malos tratos a menores. Madrid: Editorial de Amnistía Internacional (EDAI).

 

Amnesty International. (2001, November). Afghanistan: Making human rights the agenda (AI Index: ASA/117023/2001  01711/2001). London: Author.

 

Human Rights Watch. (2000, December 15). Afghanistan: Ban Weapons to all waring factions. Retrieved November 19, 2001, from http://www.hrw.org/press/2000/12afghaban1215.htm.

 

Human Rights Watch. (2001, July). Afghanistan: Crisis of impunity. Retrieved November 19, 2001, from http://www.hrw.org/reports/2001/afghan.2.

 

Machel, G. (1996). Impact of armed conflict on children: Report to the United Nations. New York: UNICEF.

 

Organización de las Naciones Unidas (ONU). (1989). Convención de los derechos del niño. Nueva York: Autor.

 

 



[1] Anaida Pascual Morán es Catedrática en el Departamento de Estudios Graduados, Facultad de Educación, Universidad de Puerto Rico.  Es miembro del Comité Directivo de la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz, Universidad de Puerto Rico  y del Proyecto Educando para la Libertad, Sección de Puerto Rico de Amnistía Internacional.  Ha servido  como Coordinadora en ambos proyectos.

 

[2] Anita Yudkin Suliveres es Catedrática Asociada en el Departamento de Fundamentos, Facultad de Educación, Universidad de Puerto Rico.  Coordina la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz, Universidad de Puerto Rico.  Es miembro del Proyecto Educando para la Libertad, Sección de Puerto Rico de Amnistía Internacional.