A estas alturas de nuestra historia, ya de cara al siglo 21, es doloroso ver cómo aún miles de hermanos son arrastrados a diversos conflictos de enfrentamiento. La violencia se sigue manifestando en diferentes magnitudes, varían los lugares, las caras, los protagonistas, pero el sujeto sigue siendo el mismo, la humanidad.
La mayoría de los líderes se acogen a la prédica de la paz, más sus actos desmienten lo que sus bocas proclaman. Por ello, es imperioso contar con verdaderas figuras que con sus actos nos prediquen lo que es verdaderamente esa búsqueda angustiosa de la paz.
He aquí uno de los puntos más significativos de esta conferencia sobre la paz. Estamos comenzando con la prédica de uno de sus verdaderos exponentes, el profesor Fernando Picó. El mismo constituye una figura totalmente labrada a esos fines; es un ejemplo vivo de la búsqueda de ese propósito, de ese bien común que nosotros merecemos.
Nosotros los confinados conocemos muy de cerca la grandeza de espíritu de este hombre a quien debieron de haber llamado Señor Humildad. Este hombre que ha dedicado los últimos diez años de su vida a llevar tranquilidad, sosiego, fe, esperanza y, en gran medida, paz emocional a cada una de las personas que ha podido compartir con él, aunque haya sido una mirada en el tradicional mundo en convulsión de las cárceles puertorriqueñas.
Hemos intentado conseguir un sólo adjetivo que defina su personalidad, pero la tarea ha sido imposible. Su grandeza de SER no puede definirse en una sola palabra, de todos modos nos hemos atrevido a sugerir una en específico y sólo podríamos definirlo como el hombre más humano que hemos conocido jamás.
Muchos lo conocimos en una charla amiga, ejerciendo su función de consejero, dándole ánimo a un ser turbado. Otros, sentado en el suelo impartiendo el pan de la educación, llevando a sus interlocutores cuanto ha tenido a su alcance. Los menos, dando una misa como sacerdote, fortaleciendo el espíritu de almas abatidas. Pero la gran mayoría a través de la boca de un compañero, porque indudablemente, cuando un confinado pronuncia el nombre de Picó, sólo palabras de bien describen las acciones de este hombre.
Esto representa un lugar sólo alcanzado por un reducido número de personas dentro de las instituciones. ¿Saben por qué? Porque la figura de Fernando Picó es sinónimo de CONFIANZA entre la población penal; y una característica de nosotros los presos es la gran desconfianza que sentimos por muchas personas y por muchas cosas.
No llega a nuestras memorias alguna manifestación de ira, algún arranque momentáneo de coraje, algún exabrupto típico de un hombre común, por lo que a veces nos preguntamos si es de este mundo en realidad. Preferimos acoger la duda en este sentido, pero de lo que no albergamos ninguna duda es de que vino a nosotros, a nuestro Puerto Rico, y a nuestro mundo a traer el bien para todo aquel que se cruce en su camino. Definitivamente, Fernando Picó es un apóstol de la PAZ.
Su naturaleza lo ha mostrado siempre tímido, en estos precisos momentos su gran verguenza debe tenerlo con al menos las orejas rojas y ésto es otra muestra de su calidad humana. Ha mostrado en su propio estilo lo que es perseverar, lo que es ser arrojado, lo que es ser luchador incansable. Nosotros nos sentimos muy orgullosos de poder contar con esta figura a nuestro lado, siempre lo estaremos.
Muchas veces las personas no se acercan a los presos porque tienen temor a ser objeto de crítica de parte de algún detractor. Fernando nunca ha tenido ese sentir, siempre ha estado presto a ayudar a quien sea, sin temor a ser objeto de críticas; la bondad de su corazón se lo demanda, se lo exige.
Han sido muchas las experiencias que hemos vivido junto a Picó, quien es nuestro amigo, consejero y maestro. El es un ejemplo digno de un padre, así lo sentimos y nuestros respetos lo acompañan en todo momento. Como decíamos, muchas han sido las experiencias, pero definitivamente, el programa de estudios universitarios ha sido la más grande de todas. El señala que los protagonistas somos nosotros los confinados, tal vez tenga razón, pero lo que es innegable es que la figura central de todo el drama, siempre ha sido nuestro maestro, nuestro viejo. Porque Picó representa los valores que deseamos alcanzar como personas y es el hombre que hizo posible que se llegara a la universidad desde la cárcel, es el hombre que hizo posible "la historia de un atrevimiento".