Conferencia Magistral 2004
Cátedra UNESCO de Educación para la Paz

Entre el terror y la esperanza: Religión, guerra y paz

La religión y la guerra

Dr. José Luis Méndez

Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Puerto Rico

            El tema de la religión y la guerra ha cobrado importancia fundamental a principios del Siglo XXI.  Durante la mayor parte del recién pasado Siglo XX, las principales guerras que ocurrieron fueron por lo regular promulgadas a nombre de un falso patriotismo nacionalista por medio del cual se encubrieron verdaderas razones económicas y geopolíticas de las ideologías imperialistas que generaron esos conflictos.  Después de la segunda guerra mundial, se continuaron invocando estas mismas razones pero la tensión fundamental que se instaló  como resultado del mundo bipolar surgido de la guerra fría fue una de naturaleza ideológica en la que se confrontaban el proyecto socialista propulsado por la Unión Soviética con la visión hegemónica del capitalismo defendida por los Estados Unidos. 

            Con la desaparición de la Unión Soviética y del mundo socialista europeo desaparece también la retórica de la guerra ideológica entre el capitalismo y el comunismo pero no las guerras entre las naciones por motivos falsamente patrióticos enmascarados.  También continúan produciéndose las guerras entre grupos humanos de diferentes culturas, idiomas y orígenes étnicos que luchan por hegemonizar un mismo espacio, así como las confrontaciones entre concepciones etnocéntricas que niegan dignidad humana y los derechos fundamentales de las personas de otras culturas y grupos religiosos.

            Ese etnocentrismo se hace particularmente virulento a comienzos del Siglo XXI, el cual inicia absurdamente con un recrudecimiento dramático de la violencia entre israelíes y palestinos, los ataques de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Washington y Pensilvania y las invasiones de Estados Unidos, primero a Afganistán y luego a Irak.  En ese marco de confrontaciones cobra cada vez más apoyo y popularidad entre los círculos del poder en Estados Unidos la tesis del “conflicto de civilizaciones” de Samuel Huntington.

            El apoyo a la tesis de la hostilidad ineludible entre el occidente cristiano y el oriente musulmán recibe un extraordinario impulso con la llegada al gobierno de Estados Unidos del “fundamentalismo del poder” del presidente George W. Bush con su discurso maniqueo de “guerra contra el terrorismo” y contra “el eje del mal”.  Los peligros de esta mezcla explosiva del poder y fundamentalismo religioso fueron magistralmente analizados por el profesor de teología del Seminario Teológico de Princeton, Luis Rivera para quien:

El fundamentalismo estadounidense conjuga la idolatría de la letra sagrada, arcaicos milenarismos, la tradición del “destino manifiesto” y la represión de la alteridad.  A pesar de la opulencia económica y el poderío militar de su nación, la derecha fundamentalista americana se llena de pavor e imagina diabólicos ejes de maldad cósmica por doquier.

            En otras palabras, el liderato político estadounidense, concluye Luis Rivera Pagán, haciéndose eco de la tesis de Tariq Ali:

Con sus alusiones constantes a la guerra total contra quienes tilda como encarnaciones de la maldad absoluta reproduce la retórica cósmica maniquea de su enemigo.

            A través de esa retórica de confrontación, advierte Rivera Pagán, Bush convierte a su prédica guerrera en un “conflicto de fundamentalismos”.  Además, Bush se niega, según esta interpretación, a acatar el paradigma secular de la modernidad y el triunfo de la racionalidad ecuánime y serena de la paz cosmopolita y de la conversión de la religiosidad en ética solidaridad como pronosticaba Kant.  En vez de ello, Bush asume, por el contrario, una posición de intransigencia absoluta de corte fundamentalista frente a sus detractores.  De esa manera, añade el conferenciante magistral de la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz:

No le costó mucho esfuerzo al actual gobierno estadounidense para desmantelar las frágiles estructuras internacionales de conciliación y de consenso y asumir el rol tejano de sheriff autodesignado de gruesos asuntos que competen a toda la humanidad.  Se ha utilizado la tragedia del 11 de septiembre de 2001 como punta de lanza para el unilateralismo imperial que en ocasiones, como en la invasión de Irak, hace caso omiso del derecho internacional.  La guerra preventiva del fuerte contra el débil es la absurda postura de quienes se creen los dueños del planeta.

            El papel que el unilateralismo le asigna a la religión en este nuevo contexto resulta particularmente inquietante.  En vez de propiciar una genuina religiosidad que vincule a los seres humanos con su prójimo a través de la esperanza, el unilateralismo imita a los que combaten y militarizan la fe, sacraliza los conflictos seculares sobre la posesión de la tierra y convierte al “enemigo” en agente satánico a quien se puede no sólo derrotar sino también exterminar.

            En otras palabras, en vez de asumir el reto de la ambiciones hegemónicas estadounidenses a nombre de la modernidad o de la posmodernidad o de confrontar la violencia integrista secular con la tradición religiosa humanista representada en el pensamiento de Isaías, Thomas Merton, Martín Luther King Jr., Desmond Tutu, el Dalai Lama y el Jesús de los evangelios, el unilaterismo bushista integra, según Rivera Pagán, la religión y los intereses de los superpoderosos en un nuevo fundamentalismo.

            Esa corriente ideológica, de la cual se amparó el gobierno de Estados Unidos en forma dudosa en las “extrañas” elecciones presidenciales del año 2000 y la cual yo he bautizado con el nombre del “fundamentalismo del poder”,  subordina la religión a los intereses de los poderosos.  Pero utiliza el discurso religioso de los fundamentalistas cristianos estadounidenses para trasladar la fe de los creyentes al plano político con el propósito de tratar de sacralizar las determinaciones unilaterales de los sectores más antidemocráticos, militaristas e intransigentes de la sociedad norteamericana. 

            “Los guerreros de Dios”, nos dice Luis Rivera Pagán, “militarizan la fe”.  Aunque en este lado del Atlántico exista la impresión de que esa militarización de la fe es una característica exclusiva del fundamentalismo islámico, Rivera Pagán nos demuestra que se trata de un tendencia de la que participan, no solo las tres religiones monoteístas originarias del Mediterráneo: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, sino también las provenientes del Lejano Oriente como el hinduismo y el budismo. 

            Lejos de dejarnos arrastrar en nombre de Dios por esta corriente, el conferenciante magistral de la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz del año 2004 nos demuestra que existe una alternativa religiosa a los integrismos seculares y recientes.  Para este teólogo, la clave para salir del actual atolladero histórico el cual nos empuja hacia la autodestrucción global es pasar a través de la religión del terror a la esperanza.  La genuina religiosidad que este paso supone nos obliga según este autor a revisar la teología clásica, la cual:

…al reflexionar sobre el destino de la historia de la humanidad, nunca ha acentuado, en primer plano, los símbolos tenebrosos del armagedón y sus jinetes del terror sino la esperanza como su contenido fundamental.

            Lo central en las imágenes de nuestra escritura sagrada de acuerdo a este razonamiento:

No es el terror ni la violencia del Dios celoso y excluyente.  Es más bien, la visión de un cielo nuevo y una tierra nueva (Isaías 65 y Apocalipsis 21) donde los seres humanos podrán sembrar trigo y comer su pan en paz, cosechar uvas y tomar su vino con regocijo compartido, edificar casas y dormir con tranquilidad.  Responde esa aspiración universal de paz y solidaridad a lo más genuino de la imaginación creadora religiosa.  Es, ciertamente, una visión ardua de plasmar históricamente, como  demuestra el sangriento Siglo XX y los trágicos inicios belicosos de esta nueva centuria.  Pero es una expresión del diálogo perpetuo entre la razón y el corazón humano, empeñados ambos en forjar aproximaciones terrenales del mito genésico del paraíso y la aspiración de la nueva Jerusalén.

            Rivera Pagán nos previene contra la idolatría de la letra sagrada y llama la atención sobre el hecho de que:

Hoy muchos creyentes dogmáticos se apoyan en textos canónicos para justificar el discrimen contra los homosexuales, con una lógica discursiva muy similar a lo que sus antecesores esgrimieron contra la abolición de la esclavitud o la emancipación femenina.  Esa idolatría de la letra sagrada ha sido la inspiración de frecuentes guerras santas, cruzadas, jihads, y progromos.  Incontables ha sido los seres humanos sacrificados en el altar de los dioses celosos, excluyentes e implacables.

            La alternativa a este oscurantismo que nos ofrece Luis Rivera Pagán es exactamente la misma actitud ante la vida con la que estamos comprometidos todos los que nos identificamos con la Cátedra UNESCO de Educación para la Paz, que consiste en reconocer que:

Se impone como necesidad para la paz y bienestar para la humanidad, promover el diálogo intercultural e interreligioso y silenciar las confrontaciones estridentes y degradantes.  De no requerirse esta perspectiva dialógica intercultural e interreligiosa corremos peligro de promover y sacralizar la globalización de la violencia sagrada.  Hay que atajar las almas devotamente violentas que pretenden transformar su credo en armas de destrucción masiva.